ESTADOS ONTOGÉNICOS

Opinión 2.0 de El Campello

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ESTADOS ONTOGÉNICOS

ESTADOS  ONTOGÉNICOS Articulo enviado por: EDUARDO SEVA ROMÁN , Doctor en Ciencias Biológicas

Seamos serios y pensemos las cosas a la hora de votar, que resulta que han descubierto la democracia y los votos y les puede ir estupendamente con esta cosa que en otros tiempos suprimieron: las urnas de metacrilato. Movilicémonos

Se ha dicho que la ontogenia es la recapitulación de la filogenia, que después de un determinado estado embrionario característico que semeja la morfología de alguno de nuestros ancestros, acontece el siguiente, que les hace parecer al consecutivo grupo evolutivo y así, hasta alcanzar la forma que más se parece a nosotros antes de nacer.

 

En la España democrática desde 1977 ocurre algo parecido. Casi puede uno adelantar los sucesos de la política nacional sin necesidad de recurrir a bolas de cristal, únicamente echar un vistazo a lo que ha ocurrido tan solo unos meses atrás.

 

Está bien que el fenotipo es la manifestación biológica del genotipo bajo circunstancias ambientales que rodean a los individuos (vegetal, animal o” cosa”). Pero el carácter y el comportamiento es un escalón más allá de lo que hasta ahora hemos mencionado.

 

El comportamiento ya es el producto de todas esas cosas más las redes sociales, nuestro entorno social, los medios de comunicación, la educación particular y el producto, en definitiva, de un gran número de variables que podría situarnos (a según qué elementos) lo más alejados posible de la sensatez y que nunca podíamos haber imaginado.

 

¿Qué es “acabar con el sanchismo”? Pues ni más ni menos que lo mismo que acabar con el felipismo o acabar con el zapaterismo, eliminar del panorama nacional a la persona que abandera políticas distributivas, que desvían el curso de la historia que tutorizaban el capital, la iglesia y los poderes fácticos medievales hacia la socialización de los bienes comunes de la producción, hacia la creación de una base sólida de clase media y de abrir líneas de internacionalización de nuestras relaciones.

 

Digamos una contracorriente a vivan las cadenas. Eso es lo que molesta, y al hacer realidad el dicho aquel de “muerto el perro se acabó la rabia” suprimiendo al elemento en cuestión (en este caso, Pedro Sánchez), pues gozaremos de por lo menos ocho años de tranquilidad, que den para volver hacer lo que nos dé la gana en nuestro país.

 

No importan los programas electorales ni a quién llevamos a cuestas en nuestra aventura, es el arte del trilero lo que vamos a ir manejando hasta la noche electoral, sin desvelar cosas que no interesan a nadie.

 

Bulos, mentiras, trucos de magia, disfraces, ¡qué importa!

 

Europa está cambiando a nuestro favor y ahí están Polonia, Hungría, Italia, Finlandia y últimamente Grecia para demostrar la tendencia de moda. La derecha se está imponiendo.

 

Cuando decíamos que Adolfo Suarez era de centro, hablábamos de una interpretación subjetiva. Suarez salió del puro franquismo. Lo que ocurrió es que como el régimen llegó a ser tan rancio (por no decir algo más grave) este político vio la oportunidad de mejorar España con muy poco esfuerzo, el esfuerzo de las urnas y de la democracia instalada en Europa desde hacía décadas.

 

Mejorar, esa es la palabra clave; sacar España del fango pestilente del beneficio a unos pocos con el esfuerzo del resto, hacia una mejor distribución de los recursos. Pues todo esto es más simple de lo que creemos. Se trata de uno de los viejos vicios o pecados capitales: la envidia.

 

La envidia, a decir de los psicopatólogos, es la más alta y la más tóxica expresión de la admiración. Es el dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores o cualquier otra cosa.

 

Corresponde al sentimiento de pesar ante el bien o el éxito de terceras personas. Se tuvo envidia de Felipe González por la insultante juventud en la que arrebató el gobierno al trasnochado post-franquismo de Leopoldo Calvo-Sotelo y tuvieron que entrenar a un decidido Aznar con la frase “váyase, Sr. González” que repitió hasta el hartazgo haciéndola letanía.

 

Se tuvo envidia de José Luis Rodríguez Zapatero por su templanza, serenidad y sentido íntegro de la social-democracia. Y se vuelve a tener envidia en esta ocasión de Pedro Sánchez Castejón, simplemente porque tiene buena percha, sentido de estado, bien proporcionado, conocer idiomas, humildad y no tener miedo al parlamento y a la negociación con cualquiera de los grupos de españoles que representan un modo de sentir España de forma diferente a como la siente la derecha.

 

Nada más y nada menos. Y esa es la explicación, unida a un montón más de explicaciones que tienen que ver con el resto de pecados capitales. Y para el desplazamiento de este político moderno que le ha dado otro aire a este viejo país se tira de banquillo con otro carcamal gallego que no se sabe si sube o si baja, que se equivoca de región allá donde se plante, que no tiene equipo ni camisetas, que habla gallego perfectamente y fin, que ni sabe de música, de literatura, de cine, de arquitectura, pintura y solo se vale de alguna frase ingeniosa y torera para salir del paso en las entrevistas.

 

Que no tiene valor y lo peor: que se puede aliar con los auténticos bandoleros de fama internacional para entrar finalmente en Moncloa. Recapitulación de la filogenia. En este caso se puede repetir la historia de siempre.

 

Pero no se trata de la simpleza de cambio de ciclo, estancamiento de la economía, alternancia en el poder de esas dos Españas que inventó Fernando VII, no. Se trata de otra simpleza, la envidia. Así que seamos serios y pensemos las cosas a la hora de votar, que resulta que han descubierto la democracia y los votos y les puede ir estupendamente con esta cosa que en otros tiempos suprimieron: las urnas de metacrilato. Movilicémonos


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