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Opinión 2.0 de El Campello

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Pero si por una razón me he inclinado a hacer esta pequeña reseña de este gran hombre es por su implicación en la comprensión holística de los elementos de la Naturaleza incluyendo en ella al género humano.

Antes de que acabe el año en curso me ha gustado rendir un pequeño homenaje en estas páginas al aniversario del nacimiento de este eminente naturalista prusiano (250 años desde su natalicio) que realizó su perseguido anhelo de visitar durante un viaje de alrededor de cinco años todas las tierras equinocciales de América del Sur y Central en busca de una nueva identidad de las Ciencias Naturales.

 

Alexander von Humboldt tuvo siempre una tendencia innata hacia el estudio de la Naturaleza y soñaba con realizar esos estudios en Inglaterra, aunque sus padres preferían que el menor de sus descendientes tuviese un puesto seguro en la administración de su país y es por lo que volvió de aquel país para iniciar los estudios de Minas. Estuvo ejerciendo el empleo de Inspector de Minas en el Principado de Ansbach que recientemente había anexionado Prusia.

 

La muerte de su madre en 1796 dejó a Alexander un buen pellizco de herencia y se sintió libre para poder visitar lugares de Italia y de Francia donde él sabía que se podían estar preparando excursiones naturalistas al Nuevo Mundo de la mano de grandes personajes científicos como Delambre, Bougainville, Bonpland o La Condamine.

 

Con la llegada del rey Carlos III, estas expediciones se multiplicaron en España con gran profusión de medios. En 1777 se organizó una expedición botánica al Virreinato del Perú, cuyo territorio comprendía los actuales Chile y Perú, los materiales que se importaron desde estas tierras fue enorme y la clasificación y puesta a punto de los mismos comprometió varios años de forma que el monarca mandó la construcción del Museo de Ciencias Naturales al lado del Jardín Botánico en Madrid, lo que hoy día es el Museo del Prado por obra y gracia de la mayor desgracia de este país: Fernando VII.

 

Con esa idea de embarcarse en una expedición ajena, Alexander fue descendiendo en latitud pasando por París, posteriormente a Barcelona y Valencia, esperó una excursión al norte de África con el ánimo de llegar al ecuador atravesando dicho continente pero poco a poco fue fraguando su amistad con Bonpland (magnífico botánico) y lo convenció para embarcarse en una expedición personal con ayuda de la corona española (Carlos IV) que le proporcionó pasaporte español para visitar sin problemas todas las tierras posesiones de la monarquía hispana,  después de mucha insistencia en palacio por parte de Homboldt.

 

Finalmente, y haciendo escala en las Islas Canarias (La Gomera, Tenerife, donde escaló el Teide y aproximó su altura), pusieron rumbo a América en un transporte español arribando a las costas venezolanas desde donde comenzaron su expedición a pie adentrándose en las selvas tropicales.  Durante meses de trasiegos con ayuda de diferentes tribus nativas consiguió descubrir el paso de Casiquiare que unía por un corredor el río Negro con el Orinoco, subió a cumbres de los andes de más de 4.500 msnm., pasó calamidades, enfermedades, peligros diversos compartidos con su amigo Bonpland pero logró llegar hasta Quito y Lima (final en la latitud sur) recopilando y a veces perdiendo parte de su material, consistente en más de 60.000 pliegos de plantas prensadas, muchas de las cuales fueron por vez primera descritas por él mismo y su compañero y una enorme cantidad de mediciones con los aparatos científicos que con ellos llevaban y que ya había experimentado como Inspector de Minas.

 

Pero si por una razón me he inclinado a hacer esta pequeña reseña de este gran hombre es por su implicación en la comprensión holística de los elementos de la Naturaleza incluyendo en ella al género humano. Su amistad desde años con Goethe y con Schelling, con los que cruzaba frecuentemente correspondencia, le llevó a la concepción de los paisajes como resultado último de las interrelaciones de todos los elementos que los componían y en el pensamiento del imperante romanticismo de aquella época que desembocaba en la Filosofía Natural contraponiéndose a lo simplemente empírico. El todo siempre es mayor que la suma de las partes, fue el corazón de esta nueva tendencia. La Naturaleza era equivalente al ser y por ello, estaba gobernada por las mismas leyes y fuerzas. La interpretación estética no era, desde esa perspectiva romántica, un impedimento sino más bien un valioso recurso para revelar algunos secretos del funcionamiento de los paisajes y del propio ser humano que tiene la suerte de contemplarlos. Desde esas selvas que visitó hasta el más áspero y severo de los desiertos continentales.

 

Después de cinco años, desde Cuba y pasando por Filadelfia a petición del presidente de los recientes EEUU para obtener de él algún tipo de información, llegó a Bordeaux y posteriormente a su tierra por poco tiempo ya que pasó el resto de sus años en París elaborando su gran obra Kösmos en el año 1845 y antes de ella, diversas publicaciones, la principal de las cuales fue Cuadros de la Naturaleza de mucho éxito editorial. Charlas, Conferencias, reuniones en importantes Círculos Científicos en diversas capitales, todas contaban con Alexander von Humboldt, del que solamente nos suena su nombre por la corriente marina que lleva su mismo nombre y que recorre de sur a norte la costa de Chile y Perú y que es responsable de la sobreabundancia de nutrientes aflorando del fondo marino y que proporciona abundante pesca en la zona.

 

Alexander von Humboldt fue un geógrafo, astrónomo, humanista y naturalista polífacético que pasó velozmente por Campello (enero/febrero 1799) camino a Alicante desde Valencia, desde donde tomó dirección a Madrid haciendo el primer perfil orográfico  de la península con mediciones de la presión atmosférica a través del trayecto.

 


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